Raúl González saboreó los últimos minutos con la camiseta del Real Madrid en un Trofeo Santiago Bernabéu convertido en homenaje a una leyenda del madridismo, que desbordó emoción y reconocimiento de la afición en la despedida que merecía un jugador que no ha olvidado marcar vistosos goles.
El tiempo no pasa por él. Tres años después desde que Raúl decidió poner punto y final a una etapa de 16 años de su vida, marcharse del Real Madrid y probar aventuras fuera de España. Conocer otras culturas, extender su leyenda. Vestido de blanco, de nuevo con el 7 a la espalda y el brazalete de eterno capitán, demostró que a día de hoy seguiría teniendo minutos.
No aceptó pasar a un rol de secundario, dejar de ser indiscutible, y su despedida fue precipitada. El Real Madrid le debía una a su altura. Había llegado el momento. Raúl vivió una noche que jamás olvidará. El mundo del fútbol a los pies de un deportista que siempre dignificó su profesión. Un jugador ejemplar.
Disfrutó de cada segundo de su día, lo saboreó sintiendo que eran los últimos instantes sobre el césped de un templo que nunca olvidará sus goles. Y se fue haciendo lo que le convirtió en leyenda, marcando un golazo. Además receptó un pase de Di María con un control en carrera previo a un zurdazo a la red.
Con el mismo hambre de siempre, Raúl estaba en todas las acciones de ataque. Lanzando desmarques, presionando, siempre atento a esos rechaces que tantos goles le dieron. Comenzó fallando. Como el día de su debut en La Romareda. Un pase al hueco de Di María y otra delicatessen del argentino con el exterior.
En plena fiesta y reconocimiento a un futbolista la afición del Bernabéu señalaba a otros. A los silbidos a Benzema del estreno liguero se sumaron los dirigidos a Kaká. La afición no respetó el día y mostró al brasileño que no puede quedarse otro año más.